HISTORIA SOCIAL DEL NORTE DE HUEHUETENANGO


El primer español en asentarse en Huehuetenango como propietario terrateniente, fue Juan de Espinar. Desde 1525, cuando recibió su encomienda, se dio cuenta del potencial de la tierra, dedicándose, por tanto, a la crianza de ganado importado – reses, ovejas, cerdos y otros animales de corral -, así como a la siembra de trigo (semilla importada) y al aprovechamiento de milpas existentes en sus terrenos; a lo que se agregaban las minas de plata de Chiantla. Hacia 1560, al final de sus días, él era el mayor terrateniente de Huehuetenango, y el hombre más rico en la región; toda la cumbre de Los Cuchumatanes le pertenecía. Su hacienda y ranchos conexos fueron creciendo a través de compras a otros españoles y por la apropiación arbitraria de tierras indígenas.

En 1530 Pedro de Alvarado despojó de su encomienda en Huehuetenango al mencionado Juan de Espinar, aduciendo que, por ser sastre, no tenía derecho al título de encomendero. Además, se dedicó personalmente a la explotación de las minas de oro en el río Cuilco, que quedaron agotadas un año después.  Para el año 1531, cuando la Audiencia de México ordenó a Pedro de Alvarado devolver a Juan de Espinar su encomienda otorgada legítimamente, Huehuetenango se encontraba empobrecido, y su hacienda saqueada por completo. Sin embargo, durante ese período, él descubrió una veta de plata en Chiantla, única que se mantuvo bastante hasta su muerte, ocurrida unos 30 años más tarde.


 Durante el período de gobierno de Alvarado, los indígenas repartidos entre los conquistadores vivían en una condición prácticamente de esclavos, y los pueblos que les habían sido entregados en esos repartimientos debían pagarles pesados tributos en alimentos, materiales, servicios y fuerza de trabajo. Además, se trató de suprimir las antiguas costumbres autóctonas y se persiguieron sus propias creencias. Mientras gobernó, fueron bloqueados los intentos de la Iglesia por tratar de aliviar en algo la miseria y postración de los indígenas. La posición de los conquistadores provocó agrias polémicas con los religiosos, hasta que la disputa fue finalmente resuelta por el Emperador Carlos V, quien promulgó las Leyes Nuevas, o Leyes de Barcelona (1541 y 42).

A partir de estas nuevas leyes se reconocieron los derechos de los indios, regulando el tributo y el trabajo que se les podía exigir, y garantizando la propiedad comunal de sus propias tierras. La promulgación de esta legislación se debe, en una medida trascendental, a la influencia de Fray Bartolomé de Las Casas, Superior de la Orden de Santo Domingo, Obispo de Chiapas. En el Reino de Guatemala los principales impulsores fueron el Obispo Francisco Marroquín y la Real Audiencia.    
Cabe anotar que antes de que Fray Bartolomé de Las Casas consiguiera que el Emperador emitiera esta nueva legislación, los indígenas llegaron incluso a ser marcados con hierro por sus propietarios. Este cambio legal provocó, sin embargo, nuevos conflictos entre la Corona, los conquistadores y los indígenas despojados.