El yogurt de los gusanos búlgaros se ha consumido corrientemente
durante miles de años (ya lo utilizaban los antiguos Sumerios), la gente vive
hasta 110 y 125 años y se mantiene en buena salud.
Muchos científicos han investigado este alimento maravilloso. En Japón, el
profesor Nokimowa dedicó toda su vida a estudiar el valor del kéfir, que curaba
las enfermedades del sistema respiratorio, los desarreglos del estómago, las
infecciones intestinales crónicas, las enfermedades del hígado, la vesícula
biliar y los riñones, así como otros padecimientos. Antes de la Segunda Guerra
Mundial, el Dr. Drasek comprobó en Alemania estos resultados, difundiéndolo
luego el Dr. Brunwic entre los médicos naturistas centro-europeos. También el
Prof. Menkiw fue un gran investigador de los beneficios de este cultivo en la
longeva población caucásica.
Cuando se colocan nódulos de kéfir en leche fresca, se produce una doble
fermentación: una realizada por las levaduras y la otra por las bacterias. Los
efectos más destacados que se producen son:
• coagulación de las proteínas
• producción de ácido láctico, ácido acético y etanol
Como principales subproductos obtenemos:
• CO2 y alcohol (gracias a la acción de las levaduras)
• ácido láctico (gracias a la acción de las bacterias del ácido láctico).
Estas bacterias reducen el azúcar de la leche (lactosa), dando lugar al ácido
láctico, que es el responsable del sabor ácido del kéfir (4.2-4.6 pH).
BENEFICIOS: mejora la capacidad de asimilación de los
alimentos, regula el tránsito intestinal, fortalece las defensas frente a
infecciones tanto víricas como bacterianas, reduce los niveles de colesterol y
el riesgo de padecer cáncer de colon, es algo laxante. Cura la falta
de sueño y se mejora el apetito, disminuyendo las depresiones. Cura los males
del intestino, anemia, eczema, esclerosis, trastornos de la vesícula
biliar, dolores de riñones, infecciones, hepatitis y congestión,
reduce intolerancia a la lactosa.